Volvemos a hacer un
pequeño comentario acerca de si existe realmente o no un cierto elitismo en los
videojuegos. Todo esto partiendo del punto de si el énfasis interno en la
distinción entre casual y trve gamer (o hardcore) no fuese suficiente. Ahora bien, todo esto, en parte, no
deja de ser mera especulación sobre lo
que he podido observar a lo largo de todos los años que he pasado metido en
este mundillo. No voy a entrar en demasiados detalles en cuanto al tema de
prejuicios o movidas similares pero haberlos, haylos, y seguro que os suenan
este tipo de situaciones, que suelen venir acompañadas del repartecarnés ya compulsorio:
“Hasta que no juegues a
todos las entregas de esta saga no puedes considerarte un fan.”
“Si no has jugado a x juego no puedes considerarte un gamer.”
“Los chiquillos de
ahora no juegan a los videojuegos que a mí me gustan/que yo jugaba de pequeño,
no son gamers de verdad”, acompañado
ocasionalmente del clásico “Juegan solo porque está de moda, son posers”.
“¿Te gustan los videojuegos
y eres una chica? – Insertad cualquier burrada aquí.”
Pero lo que quería
comentar es algo más sutil. Podrías casi considerarlo como algo que roza lo
pasivo-agresivo, según se interprete. Y es una pregunta en apariencia
inofensiva. “¿Cuál es tu videojuego
favorito?”. Así que, ¿por qué no es, tal como parece, inofensiva? Bueno,
según se mire, como todo. Siendo más específicos, quizá no sea la pregunta,
sino la respuesta en sí. Quizá todo influya, de hecho, y la culpa no sea sino
nuestra en lugar de tenerla la propia pregunta o la otra persona en cuestión,
dispuesta o no a juzgar.
Es una pregunta que no
deja lugar a medias tintas o salidas de tangente: pregunta por una
información muy concreta que se puede dar con una o dos palabras. “¿Cuál es tu
juego favorito?” “Pues X”. Tan
sencillo como eso, ¿verdad? Sí y no. Como ya he mencionado, esto no es más que una
especulación en base a mi experiencia, no es un hecho constatable, pero intentemos verlo de la siguiente forma:
De forma subconsciente,
el emisor está aquí creando una expectativa en su cabeza. Cuando le preguntas a
alguien por su videojuego favorito (o película, o libro, etc.), tendemos a
idealizar sobre cuál podría ser (e incluso si es un juego que no conocemos, podría servirnos para encontrar nuestro próximo Grial). No obstante, consideremos que esto no lo
hacemos de forma subconsciente, sino que el emisor hace la pregunta con otra
intención: la de juzgar y/o analizar al receptor, como si fuera una especie de examen. De ser así, la situación
cambia. Me explico: estamos, en cierto modo, poniendo un listón imaginario.
¿Por qué? Siguiendo con la especulación, porque si te gustan los videojuegos,
se te asignan automáticamente una serie de valores o “requisitos mínimos”,
digamos; en parte lo que hemos mencionado antes de aquellas personas que no te
considerarán un gamer a menos que
hayas probado según qué juego. Y lo dicho, se crea una expectativa, es una prueba del algodón, pues según tu respuesta, la reacción y futuro
trato de la otra persona podría incluso variar.
Ejemplo: si le
preguntas por su juego favorito a dos personas distintas y una te responde con
un juego que odias o que se considera muy comercial o sobrevalorado por la
comunidad mientras que la otra lo hace con otro juego que te gusta mucho o es
considerado un clásico por la prensa especializada, podría sembrarse un cierto
prejuicio a partir de ese punto.
Lo cual me hace
preguntarme: ¿por qué? ¿Es necesario que nuestro videojuego favorito sea
considerado como “bueno”? ¿Es nuestro videojuego favorito aquel al que más
horas hemos dedicado? ¿Estamos asumiendo que nuestro “videojuego favorito” es,
además, el “mejor videojuego” al que hemos jugado? El elitismo existe
precisamente al pensar que suena mucho mejor y más de “trve gamer” decir que tu videojuego favorito es el Shadow of the Colossus, el The Legend of Zelda: Majora’s Mask o el Fallout en lugar del Minecraft
o el Mario Kart. No se trata de que esos juegos te
puedan gustar más o menos en comparación a otros, nada de eso, sino que elijas un
juego concreto por encima de todos los demás por los posibles motivos anteriormente
descritos. Existe este elitismo ya que tu videojuego favorito va perdiendo unos
“puntos de prestigio” imaginarios que pueden incluso variar de persona en
persona.
¿Tu juego favorito es
más bien actual? ¡Muy mal, todo el mundo sabe que los clásicos son muchos
mejores! ¿Tu juego favorito no tiene un argumento detallado y personajes
desarrollados? ¡Muy mal, todo el mundo sabe que la historia es lo más
importante de un juego! ¿Tu juego favorito tiene “fallos” en sus mecánicas?
¡Muy mal, seguro que hay un remake u otro título muy parecido que los
soluciona! ¿Tu juego favorito es parte de una saga? ¡Muy mal, pero si este otro
juego de esta misma saga es mucho mejor! ¿Tu juego favorito está orientado a un
sector demográfico más infantil? ¡Muy mal, tienes que madurar y jugar a juegos
adultos de verdad! ¿Tu juego favorito es de Wii? ¡Muy mal, deja de ser tan casual!
Y así un largo
etcétera.
No obstante, el
receptor, puede a su vez ser
consciente de todas las posibles
ramificaciones que puede tener la respuesta. Normalmente incluso por nuestros
propios prejuicios que nos ponemos de forma gratuita: el juego en cuestión no
obtuvo buena puntuación por parte de la crítica, el juego en cuestión está
orientado al sector infantil, el juego en cuestión cae más en el lado casual, etc. Pensamos que esto va en
detrimento con el juego y por ende, con la imagen que le queremos dar a la otra
persona porque “queremos quedar bien”.
Queremos quedar como un gamer, como alguien
que entiende la industria, a su comunidad y a sus productos. No hablo de
intentar aparentar algo que no somos (aunque pueda darse el caso), sino de
aceptar una serie de valores predefinidos de forma externa y acatarlos como
norma.
Así, por lo general, no
suelo ver que el receptor dé una respuesta clara. El receptor duda, piensa,
titubea, parece considerar su respuesta detenidamente. Quizá esta persona no
tenga un videojuego favorito, no pueda decantarse entre tres o cuatro juegos o
quizá nunca antes lo haya considerado siquiera. Quizá su juego favorito vaya
cambiando con el paso de los años. Pero por el bien de esta especulación, vamos
a asumir que esta persona tiene un videojuego favorito específico y que este
pequeño momento de duda no sea más que para considerar si decir la verdad o
mentir para “quedar bien”. Y, ¿sabes?, esto iría en contra de varias máximas de la pragmática conversacional de Grice,
así que ni siquiera sería una buena conversación desde el punto de vista
lingüístico.
Claro está, podríamos
también asumir que la pregunta no tiene ninguna intención maliciosa y que habrá
ocasiones en que la otra persona te responderá casi de inmediato con varios
juegos sin darle prioridad a ninguno en particular. Podemos también mencionar
que, el receptor en este caso es alguien práctico y con la cabeza lo
suficientemente amueblada como para que le de igual lo que cualquier otra
persona piense. Posibilidades hay muchas.
Tengo la sensación de
que no me he acabado de explicar demasiado bien, pero era una idea que me
rondaba la cabeza y no parecía acabar de solidificarse del todo. No deja de ser
mera especulación: ideas y formas de verlas. Como siempre, puede que esté
buscando oro donde solo hay pirita (o donde no hay nada en un primer lugar).
Eso sí, yo no tengo un
videojuego favorito.